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Teología de la Liberación

De Ateneo de Córdoba
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Leonardo Boff

La Teología de la Liberación o Comunidades Cristianas de Base es una corriente teológica que nació en el seno de la Iglesia católica en Latinoamérica tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968). Sus representantes más destacados son los sacerdotes Gustavo Gutiérrez Merino (peruano), quien en 1971 editaría el primer libro sobre el tema Teología de liberación - Perspectivas, Leonardo Boff (brasileño), Jon Sobrino (Español), Camilo Torres Restrepo (colombiano), Manuel Pérez Martínez (español), Juan Luis Segundo (uruguayo) y Gaspar García Laviana, (español).

La teología de la liberación intenta responder a la cuestión de cómo ser cristiano en un continente oprimido, y a preguntas como: "¿Cómo conseguir que la fe no sea alienante sino liberadora?". Muchos sacerdotes y agentes de pastoral practican y aceptan los supuestos de esta teología en varios países de América Latina. La Iglesia católica no ha condenado la teología de la liberación. El papa Juan Pablo II en una carta al episcopado Brasileño y de fecha 9 de Abril de 1986 indica que: "La teología de la liberación es no sólo oportuna, sino útil y necesaria". Sin embargo, la Iglesia frente a algunas interpretaciones no inspiradas en las sagradas escrituras, ha argumentando que "sus orígenes marxistas no son compatibles con el Evangelio".

Antecedentes

Los antecedentes más importantes de esta teología se encuentran en Brasil, donde a partir de 1957 comenzó en la Iglesia Católica un movimiento de Comunidades de Base que para 1964 ya era digno de ser considerado en el "Primer Plan Pastoral Nacional 1965-1970". También en Brasil Paulo Freire, un maestro del nordeste, desarrolló un nuevo método para alfabetizar mediante un proceso de concienciación. Los movimientos de estudiantes y de trabajadores de Acción Católica se fueron comprometiendo, así como importantes intelectuales católicos. Algunos cristianos empezaron a utilizar conceptos marxistas para analizar la sociedad. Richard Shaull, un misionero presbiteriano, planteó la cuestión de si la revolución tendría un significado teológico. Él y algunos jóvenes protestantes empezaron a discutir esos temas con sacerdotes dominicos e intelectuales católicos.

Una inspiración para este movimiento latinoamericano fueron los sacerdotes obreros europeos. El cardenal Emmanuel Suhard, de París, había fundado la "Misión de Francia" permitiendo a algunos sacerdotes trabajar en las fábricas para acercarse al mundo obrero. El célebre dominico Jacques Loew trabajó como descargador de barcos en los muelles del puerto de Marsella, así como el sacerdote Michel Favreau, muerto en un accidente de trabajo. En 1950 se publicó el libro del abbé Godin: "Francia: ¿tierra de misión?". Sin embargo, los curas obreros fueron acusados de comunistas y denunciados en Roma por actividades subversivas. Eran los años en que una laica, Madeleine Delbrêl, hacía su experiencia entre los obreros de Ivry (autora de "Nosotros, gente de la calle" y "El Evangelio en los barrios obreros de París"). En 1954 Pío XII pidió a todos los sacerdotes obreros que regresaran a su trabajo pastoral anterior en las diócesis o se incorporaran a sus comunidades religiosas. Los sacerdotes obreros fueron rehabilitados en 1965 después del Concilio.

Otras de las ideas bases para el inicio de la teología de la liberación surgen a partir de la vida y teología del sacerdote guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo (1929-1966), quien fue miembro del movimiento guerrillero Ejército de Liberación Nacional de Colombia, muerto como resultado de su primer combate contra el Ejército regular. El ejemplo de Camilo Torres Restrepo fue tomado por otros sacerdotes y católicos del común, que posteriormente tratarían de continuar su obra no solo en Colombia, sino en toda América. El sacerdote asturiano Gaspar García Laviana, influenciado por las ideas de la teología de la liberación tomó las armas en la Nicaragua de Somoza, así como también el sacerdote aragonés Manuel Pérez Martínez quien llegaría a ser el comandante del Ejército de Liberación de Colombia.

Otra inspiración para la teología de la liberación latinoamericana fue la lucha por los derechos civiles, que a su vez ganó derechos para los negros de Estados Unidos liderada por Martin Luther King (1929-1968). A su vez una teología de la liberación negra ha sido desarrollada por James H. Cone y otros. En Sudáfrica se desarrolló una vigorosa teología de la liberación negra en la lucha contra el apartheid. En Asia la teología "minjung" (coreano: de la masa popular), o la teología campesina en Filipinas (expuesta por Charles R. Avila), han sido expresiones relacionadas con la teología de la liberación latinoamericana.

La teología de la liberación ha nacido en América Latina en un momento histórico determinado. Durante siglos América Latina no tuvo teología propia: importaba la teología que se fabricaba en Europa. Su teología era el reflejo de la europea. La dependencia de América Latina respecto al mundo rico, no sólo era económica y política, sino también eclesial y teológica.

Principales ideas

Camilo Torres

Algunas de las ideas de la teología de la liberación son:

1 Opción preferencial por los pobres.
2 La salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del hombre.
3 Eliminar la explotación, la falta de oportunidades e injusticias de este mundo.
4 La liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica latinoamericana.
5 La situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el designio histórico de Dios de que la pobreza es un pecado social.
6 No solamente hay pecadores, sino que hay víctimas del pecado que necesitan justicia y restauración.

Sin embargo, es capital destacar la apreciación que hace Gustavo Gutiérrez: al contrario que otros postulados teológicos o filosóficos, la teología de la liberación es un "acto segundo", es decir, emana de una experiencia de compromiso y trabajo con y por los pobres, de horror ante la pobreza y la injusticia, y de apreciación de las posibilidades de las personas oprimidas como creadores de su propia historia y superadores del sufrimiento. No es, por tanto, un desarrollo intelectual que luego se quiera llevar a la realidad.

La base teológica y conceptual

Resulta difícil definir a la teología de la liberación pero puede partirse de la base que busca un análisis profundo del significado de la pobreza y de los procesos históricos de empobrecimiento y su relación con las clases sociales. Para llegar a ello, articula la teoría económica y social del marxismo y otras ideologías sociales, con la visión espiritual profundamente trascendente del cristianismo. El quehacer teológico se concibe como "reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la palabra".

Los derechos del pobre son derechos de Dios (Éxodo 22:21-23, Proverbios 14:31,17:5) y él ha elegido a los pobres1 (Santiago 2:5) y por tanto es él quien ha hecho la opción preferencial por los pobres para salvar a todos. Jesucristo se identificó con los pobres (Mateo 5:3) y claramente dijo que quien se relaciona con el pobre, con él mismo trata y a él mismo acepta o rechaza, a tal punto que esa relación será el criterio principal del Juicio Final (Mateo 25:31-46).

Los pobres son víctimas del pecado que se convierte en un pecado social como estructura de acciones y omisiones que mantienen la opresión, la injusticia y la explotación. Se trata de un pecado que va más allá de los pecados individuales y se transforma en una situación de pecado, un pecado colectivo que se convierte en pecado estructural, de manera que la situación de injusticia y corrupción se mantiene mediante un pecado institucional y una violencia institucionalizada. En tal situación de pecado el Reino de Dios es rechazado y el sistema de pecado lucha contra las comunidades y personas que anuncian la buena noticia de la liberación del pecado, de cómo podemos salvarnos de "de esta generación perversa" (Hechos 2:40), estableciendo unas relaciones sociales nuevas de comunión, de plena solidaridad, de espiritualidad comunitaria que permitan que todos aporten para que cada cual pueda resolver sus necesidades (Hechos 2:42-47); unas relaciones de amor y fe, no solamente de palabra, sino en los hechos(1Juan 3:16-19, Santiago 2:14-17).

"La injusticia e inhumanidad crece en los países industrializados, la globalización de la economía lleva claramente a la falta de solidaridad de nuestras sociedades. La teología de la liberación en Latinoamérica es la primera alternativa contra el capitalismo. La mercantilización global de todas las cosas. Ya no solo es una teología contextual latinoamericana, sino que, con el desarrollo mencionado, se convierte en teología contextual universal". Uno de sus máximos exponentes, el jesuita y mártir Ignacio Ellacuría reclama una nueva civilización, la civilización de la pobreza, contrapuesta a la de la riqueza, puesto que ésta se ha revelado como un nuevo Moloch que devora a las personas y el planeta. Ellacuría y Sobrino, comparan la muerte de personas en el mundo pobre, en el sur, con el Siervo de Yaveh, y afirman que poseen una santidad elemental, jesuánica.

Refiriendo una nueva iglesia de los pobres, el teólogo protestante Jürgen Moltmann, inauguró con las palabras arriba expuestas, una serie de conferencias sobre el tema de la teología de la liberación corriendo el año de 1999 en la Iglesia católica alemana.

La relación del cristianismo y la pobreza, ha sido fundamental para la historia y la difusión de la religión en todos los tiempos. Apoyada a veces, criticada en otras ocasiones, la teología de la liberación se ha dedicado a difundir el evangelio cristiano con un peculiar estilo al igual en países en desarrollo que en aquellos menos favorecidos en lo económico, afirmando "la necesidad de conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por los pobres, con miras a su liberación integral". "Esta opción, exigida por la realidad escandalosa de los desequilibrios económicos en América Latina, debe llevar a establecer una convivencia humana digna y fraterna y a construir una sociedad justa y libre".

Su filosofía es de condena a la situación de empobrecimiento que sostiene la pobreza y de apego al pobre. Surgió al mundo católico con la publicación del libro "Historia, política y salvación de una teología de la liberación" del sacerdote diocesano, ahora dominico, peruano Gustavo Gutiérrez Merino, en 1973; esto después de que en 1968 en la Conferencia Episcopal del CELAM se había hecho énfasis en el compromiso de la Iglesia católica con los pobres, el libro de Gutiérrez se interpretó así como la respuesta y el detonante. Ese mismo año, sacerdotes de villas populares ocuparon la Catedral de Santiago de Chile y extendieron un lienzo en su frontis con la leyenda "junto con el pueblo y su lucha", acogiendo los principios de la teología de la liberación, y dando forma a Iglesia Joven.

Respuesta del Vaticano a la teología de la liberación

El Papa Juan Pablo II solicitó de la Congregación para la Doctrina de la Fe dos estudios sobre la Teología de la Liberación, Libertatis Nuntius de 1984 y Libertatis Conscientia de 1986. En ellos se argumentaba básicamente que, a pesar del compromiso radical de la Iglesia con los pobres, la disposición de la teología de la liberación a aceptar postulados de origen marxista o de otras ideologías políticas no era compatible con la doctrina, especialmente en lo referente a que la redención sólo era posible alcanzarse con un compromiso político. En ese momento el Prefecto de la Congregación era el entonces Cardenal Ratzinger (posterior Papa Benedicto XVI), crítico de la teología de la liberación, señaló en dichos documentos lo que consideraba "errores de algunas formas de la teología de la liberación", que según conclusiones de la Congregación bajo su dirección son:

1 Desde un punto de vista teológico, el análisis marxista no es una herramienta científica para el teólogo que debe, previo a la utilización de cualquier método de investigación de la realidad, llevar a cabo un examen crítico de naturaleza epistemológica más que social o económico.
2 El marxismo es, además, una concepción totalitaria del mundo, irreconciliable con la revelación cristiana, en el todo como en sus partes.
3 Esta concepción totalitaria impone su lógica y arrastra las "teologías de la liberación" a un concepto de la praxis que hace de toda verdad una verdad partidaria, es decir, relativa a un determinado momento dialéctico.
4 La violencia de la lucha de clases es también violencia al amor de los unos con los otros y a la unidad de todos en Cristo; es una concepción puramente estructuralista, para legitimar esa violencia.
5 Decir que Dios se hace historia, e historia profana, es caer en un inmanentismo historicista, que tiende injustificadamente a identificar el Reino de Dios y su devenir con el movimiento de la liberación meramente humana, lo que está en oposición con la fe de la Iglesia.
6 Esto entraña, además, que las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad reciban un nuevo contenido como "fidelidad a la historia", "confianza en el futuro", y "opción por los pobres" que en realidad les niega su sustancia teológica.
7 La politización de las afirmaciones de la fe y de los juicios teológicos lleva a la aceptación de que un hombre, en virtud de su pertenencia objetiva al mundo de los ricos, es, ante todo un enemigo de clase que hay que combatir.
8 Todo eso lleva a un clasismo intolerable dentro de la Iglesia y a una negación de su estructura sacramental y jerárquica, hendiendo al cuerpo místico de Cristo en una vertiente "oficial" y otra "popular", ambas contrapuestas.
9 La nueva hermenéutica de los teólogos de la liberación conduce a una relectura esencialmente política de las Escrituras y a una selectividad parcial y mendaz (mentirosa) en la selección de los textos sacros, desconociendo la radical novedad del Nuevo Testamento, que es liberación del pecado, la fuente de todos los males.
10 También entraña el rechazo de la tradición como fuente de la fe y una distinción inadmisible entre el "Jesús de la Historia" y el "Jesús de la fe", a espaldas del magisterio eclesiástico».

A pesar de todas sus objeciones el mismo Ratzinger reconoce que tratando de hacer un juicio global,no puede dejar de reconocer que, cuando busca uno comprender las opciones fundamentales de la teología de la liberación, el conjunto tiene una lógica casi irrebatible. Con las premisas, por una parte, de la crítica bíblica y de la hermenéutica fundada en la experiencia, y por otra, del análisis marxista de la historia, se ha logrado crear una visiòn de conjunto del cristianismo, que parece responder plenamente, tanto a las exigencias de la ciencia como a los desafìos morales de nuestro tiempo. Y por lo tanto, se les impone a los hombres de inmediato la tarea de hacer del cristianismo un instrumento de la transformaciòn concreta del mundo, lo que parecerìa vincularlo con todas las fuerzas progresistas de nuestros dias. Se puede, entonces, entender còmo esta nueva interpretaciòn del cristianismo atrae màs y màs a teòlogos, sacerdotes y religiosos, especialmente a la luz de los problemas del tercer mundo. Sustraerse a dicha interpretaciòn, necesariamente tiene que aparecer ante los ojos de ellos como una fuga de la realidad y como un abandono de la razòn y de la moral. Pero si, de otro lado, se piensa en cuàn radical es la interpretaciòn del cristianismo que se deriva de ahì, entonces se vuelve màs urgente el problema de què puede, y debe hacerse frente a la misma. Los procesos y sanciones contra destacados teólogos de la liberación como Leonardo Boff, a partir de 1985 o Jon Sobrino en 2007, son un ejemplo de la oposición del Vaticano a algunos principios de la teología de la liberación.

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