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Santiago Ontañón

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Santiago Ontañón Fernández nace en Santander en 1903, fue pintor, escenógrafo, ilustrador, escritor y hombre de cine como director e intérprete. Tuvo tres hermanas y pronto se trasladó a Madrid.

Ontañón a partir de 1920 asiste a las tertulias de Madrid: por la tarde a la de La Granja del Henar y por la noche, a la del Café Pombo. En ellas se relaciona con las figuras del momento: Gómez de la Serna, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Manuel Azaña, Valle-Inclán, pero también con otros más próximos en edad: jóvenes autores teatrales, críticos, pintores, escultores, arquitectos, periodistas, músicos, amigos y compañeros. Entre ellos, Paco Vighi, los hermanos López Rubio, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Eduardo Ugarte, Pepín Bello, Rafael Alberti, Guillermo de Torre, Sánchez Mejías, el pintor portugués Almada Negreiros, Tono, Carlos Arniches (tanto el padre como su joven hijo arquitecto), Pancho Cossío, Claudio de la Torre, Luis Calvo, actores y actrices de paso por Madrid.

El 22 de marzo 1920 se estrenó la primera obra teatral de Federico García Lorca "El maleficio de la mariposa", en el Teatro Eslava de Madrid con Catalina Bárcena como protagonista. La representación sólo estuvo un día en la cartelera. Ontañón explicó del "mayor pateo teatral del mundo":

<<... el estreno fue desastroso. Fue uno de los estrenos madrileños en que se venían abajo los techos del pateo. De forma que el maleficio anunciado en el título, se cumplió al pie de la letra y hasta sus últimas consecuencias... Aquella noche tuvo lugar una interrupción graciosísima. Los personajes eran sencillos animalitos: gusanitos, escarabajos, mariposas, sapitos y demás. A uno de estos bichitos, se le ocurrió decir que iba a comerse una "cucarachita". Entonces bajó una voz del gallinero, en el tono más elevado, que dijo como dirigiéndose al autor: ¡Asqueroso!. La carcajada fue atronadora. Federico la repetía cada vez que la recordaba>>.

Ontañón se traslada a París donde trabaja de dibujante e ilustrador de revistas y realiza su primera escenografía en 1923 para el ballet ruso de Borís Kaniasef que actuaba en el Gaieté Lyrique. A su regreso de París recibe el encargo de realizar las escenografías de "Las Golondrinas" de Usandizaga y de "La Revoltosa" con libreto de José López Silva y Carlos Fernández Shaw y música compuesta por el maestro Ruperto Chapí, que fueron representadas en el Teatro Calderón de Madrid con bastante éxito. Fue su debú como escenógrafo en España. Sus dibujos ilustraban las páginas de "La Esfera", "Nuevo Mundo" y "La Revista de Occidente"

Uno de sus amigos, Rafael Alberti, contaba sobre Santiago Ontañón:

<<¡Qué veloz manera de envolverle a uno con su simpatía y su gracia!. Animador irresistible, tanto hablando como cantando con profundidad y temblor los cantos populares de su verde y marinera Cantabria>>.

Ontañón era un apasionado por la vida y siempre tuvo una pasión nostálgica por su Santander natal. Su afecto por su ciudad le acompañó a lo largo de toda su vida, no en vano será su arboleda perdida. Era famoso entre sus amigos por entonar canciones montañesas, aprendidas en su juventud, con un profundo vozarrón. Sobre la canción montañesa dio varias conferencias por Hispanoamérica y escribió un artículo en la revista "Luna". Santiago Ontañón dijo al fin de sus días:

<<No por haber vivido en París olvidé nunca mi tierra santanderina, ni lo haría durante mi exilio en América. En uno y otro lugar, Santander venía a mi memoria en forma de imágenes concretas y dulces, aunque ya lejanas. Santander seguía siendo para mí el mar, lo primero que recuerdo que vieron mis ojos. El mar y aquel puerto como el que he visto pocos entre los de su tamaño, acaso por aquel color físico y humano que tenía y por eso se ha dado en llamar ahora background, por aquel entorno natural hoy en parte estropeado. Aquella belleza de los días con viento sur, que hacía volar chimeneas y balcones como las amarillentas hojas del otoño, en que el aire se tornaba transparente y por encima de Peña Cabarga se divisaban los Montes de Pas, era para mí inigualable. A mí los cuadros de Patinir siempre me han recordado aquellos fondos de la Vega de Pas. Y Santander era para mí aquella brava boca del puerto, por donde llegaban las traineras de los pescadores a la caída de la tarde, remando a todo trapo, como en una auténtica regata porque el que primero llegaba al puerto era el que ponía el precio>>.

Santiago Ontañón conoció a Margarita Xirgu una noche en el Teatro Español de Madrid, al ser presentado por Manuel Fontanals, del que era muy amigo. Santiago Ontañón decía que Rafael Alberti había estado enamorado de su hermana Avelina. Le había regalado un ejemplar de "Marinero en tierra" ilustrado con varias páginas de dibujos, poemas y pensamientos, y a cambio esperaba su enamoramiento. Esa relación, como tantas otras, tiene su origen en los lazos que se establecieron, entre los internos de la Residencia de Estudiantes y los amigos que los visitaban. En la Residencia, al contrario de lo que cabe pensar, había muchísima gente. Ontañón declaró más tarde al respecto:

<<Recuerdo que Pepín Bello, el genial Pepín Bello, que tanta influencia ejercía sobre todos nosotros, y en especial sobre Lorca y Dalí, inventó un día los carnuzos y su definición correspondiente, rápidamente aceptada y puesta en circulación inevitablemente en nuestras conversaciones en aquellos años veinte. Carnuzo era toda forma o apariencia desagradable, sólida y carnosa, repugnantemente muerta. Pues ese burro muerto que creo que aparece sobre un piano en "Un perro andaluz" tampoco es una idea daliniana, sino que es en realidad una aportación indirecta de Pepín Bello. Cualquiera del grupo que hoy sobreviva sabe perfectamente que esta secuencia de "Un perro andaluz" no es más que un carnuzo de Pepín Bello escenificado; pero idea original de Dalí, en absoluto>>.

Santiago Ontañón fue uno más de la Generación del 27.

Santiago Ontañón cuenta también de aquella época, el reventón de las representaciones de Benavente, por parte de los residentes:

<<El genial Pepín Bello era, insisto, tan surrealista como el que más. Un día inventó el 'vómito', para ir a escuchar las obras de Benavente. Se metía en el bolsillo un frasco con agua y salvado, adquiría una butaca y cuando, a mitad de la obra, algún personaje soltaba uno de aquellos pensamientos benaventinos de ida y vuelta, que hacían exclamar a la burguesía: "¡Qué talento!", entonces Pepín Bello tomaba el agua y el salvado y le entraban, acto seguido, unas arcadas escandalosísimas con las que alborotaba a todo el teatro. Entonces la gente que estaba a su lado le preguntaba, tratando de ayudar: "¿Qué le pasa?... ¿Se ha puesto usted enfermo?..." Y Pepín lanzaba una vomitona espantosa sobre cualquiera y, entre arcada y arcada, decía: "No sé, no me siento bien. ¡Yo creo que han sido los pensamientos de don Jacinto!". Y es que a Benavente se la tenía jurada el grupo, como "putrefacto" preclaro>>.

El 25 de julio de 1928 Lorca charlaba con su amigo Santiago Ontañón en la Residencia de Estudiantes, cuando entró otro amigo. Éste tiró un ejemplar del "ABC" sobre la mesa. Lorca lo recogió y exclamó al rato: <<La prensa que maravilla. ¡Leed esta noticia!. Es un drama difícil de inventar>>. Así comenzó a germinar en la mente del autor, la obra que tardaría cinco años en florecer sobre el escenario. Los titulares decían: "Misterioso crimen en un cortijo de Nijar/ Momentos antes de verificarse la boda se fuga con un primo para burlar al novio/ Les sale al encuentro un enmascarado y mata a tiros al raptor". Lorca seguiría con mucho interés los reportajes de toda la semana, resumidos en grandes titulares. Pero no han quedado notas, apuntes ni esbozos de la obra. Lorca, como todo gran artista, siempre eleva la realidad a esferas poéticas y míticas, no perceptibles en esa realidad a primera vista. Su hermano Francisco decía:

<<Federico no trabajaba sobre un esquema planeado de manera precisa. Solía contar la posible obra a mí o a los amigos. El proyecto se le olvidaba luego, al menos aparentemente, para reaparecer tiempo después en otra forma. Este proceso de maduración era espontaneo>>.

En 1929 Santiago Ontañón ilustra la obra del chileno Vicente García-Huidobro Fernández "Mío Cid Campeador". En 1930 debutó en el cine como intérprete en "El embrujo de Sevilla" de la mano de Benito Perojo.

Lo peor de la violencia -ya sea terrorista o familiar- es la sumisión de quien la sufre: una sumisión que no sólo es externa, sino que se torna interior. Marcelino Domingo, Ministro de Instrucción Pública durante la II República, entendió pronto que la única manera de vencer ese miedo ultraterreno, íntimo, era la educación de gentes libres, y así surgieron las "Misiones Pedagógicas". Una educación que después, desde el ámbito intelectual y con el respaldo de Fernando de los Ríos, pudo así nutrirse desde el teatro del Siglo de Oro por medio de La Barraca, donde el poeta Federico García Lorca y el escenógrafo Santiago Ontañón, entre otros muchos universitarios entusiastas, fueron llevando a los pueblos españoles la mejor dramaturgia.

El 8 de Marzo de 1933 la compañía de Josefina Díaz de Artigas, estrena en el Teatro Beatriz de Madrid, el drama de Federico García Lorca "Bodas de sangre". La escenografía será responsabilidad de Santiago Ontañón. Del encargo escenográfico que le hizo Federico, cuenta Ontañón que le creó un problema de conciencia:

<<...porque el decorador de la compañía de Josefina Díaz de Artigas era Manolo Fontanals, el mejor que había y, además, amigo mío. En tal situación, no quise, por imposición de amistad del autor, quitarle a Fontanals un estreno de esa categoría. Yo dije que no podía hacerlo sino junto con Fontanals, lo que éste aceptó, pero dicho sea en honor de la verdad, Manolo tenía mucho trabajo que hacer en Barcelona, preparando un espectáculo para los carnavales, y la verdad es que el decorado me lo tragué yo todo en el taller de Fontanals, pues éste hizo tan sólo el boceto de un acto. De todas formas, yo estaba más en la línea moderna que le gustaba a Federico, mientras que Fontanals era un estupendo escenógrafo, pero clásico>>

García Lorca le explicó cómo quería que fuese el traje de la novia, junto con el resto del vestuario y Ontañón recuerda:

<<Hice uno como me había pedido y otro a mi manera y se los llevé al teatro. Ugarte iba dando el visto bueno a los diseños: "exacto, exacto... muy bueno... ¡una mierda, esto es una mierda!".

Y Federico, que estaba delante, dijo:

<<¡El que yo he dicho!>>. Y Ugarte: "Pues es una mierda; déjalo a él, que de eso sabe más que tú". Trataba así a Federico. Y, al fin, se hizo lo que dijo Ugarte... Luego Federico se lo llevó a "La Barraca", como supervisor y segundo de abordo>>.

En estos años Santiago Ontañón realizó un boceto gouache para el decorado de "El sombrero de tres picos" de Manuel de Falla, estrenada ya en 1919. Santiago Ontañón junto con Miguel Prieto, son considerados los mejores escenógrafos de la Segunda República.

En 1933 se publica en Madrid "La tierra de Alvargonzález", homenaje del teatro universitario La Barraca, al gran poeta don Antonio Machado. Fue impreso por Manuel Altolaguirre ie ilustrado en la cubierta con un dibujo de Santiago Ontañón. Este cuaderno era repartido por el teatro La Barraca después de las representaciones de la obra y de él se imprimieron ejemplares sobre papel de distinto color.

En 1934 Santiago Ontañón realizó los decorados de la obra de Jardiel Poncela "Usted tiene ojos de mujer fatal". Este mismo año intérpreta en el cine la película "La traviesa molinera" de Harry d'Abbadie d'Arrast.

En 1935 debutó en el cine como director, en la película "Los claveles". El argumento era una zarzuela homónima de Luis Fernández de Sevilla (Luis Fernández García) en colaboración con Anselmo Cuadrado Carreño y música de José Serrano. El guión fue de Eusebio Fernández Ardavín y los decorados de Fernando Mignoni, otro magnífico escenógrafo. Los intérpretes fueron: María Arias, Ramón Cebrián, Manuel Corbacho, Anselmo Fernández, Mario Gabarrón, María García, Amadeo Llauradó, Alberto López, Mary Amparo Bosch, Porfiria Sanchiz, María Zaldívar. El estreno se realizó en el cine Tívoli de Barcelona el 20 de enero de 1936.

Santiago Ontañón conoció por aquellas fechas al autor teatral mallorquín Jacinto Grau, al que todo el mundo calificaba de gafe. En los círculos literarios de Madrid, y luego en los de Buenos Aires, se eludía mentar su nombre, designándole como "el dramaturgo, usted sabe". Sería excesivo atribuir al carácter del autor el que sus obras teatrales -que desde luego tienen la dignidad de un tema noble y de un no menos noble propósito artístico- estuvieran prácticamente desterradas de los escenarios españoles. Esta desdicha está suficientemente explicada por el ínfimo gusto que prevalecía por entonces en el mundo de la farándula y entre el público que la sostenía, condición ésta que, siendo, como Jacinto Grau lo era, criatura de la más inocente bondad, hacía de él, sin embargo, una figura bufa, el latoso a quien cada cual deseaba quitarse de encima. Ontañón decía de él:

<<Era una autor teatral cuyo nombre no puede decirse. Nosotros le llamábamos "El Innombrable". Había más "'gafes" señalados y reconocidos como tales, pero "El Innombrable", que vivió y murió en Argentina después de la guerra, descuella sobre todos los que he tenido que padecer>>.

En 1936 estalla la Guerra Civil y a Santiago Ontañón le sorprende preparando una versión cinematográfica de "La feria de los discretos" de Pío Baroja. Ontañón colaboró con la causa republicana. Rafael Alberti explicaba sobre Ontañón:

<<Nuestra imparable amistad se ensanchó sobre todo durante la Guerra Civil, en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, cuando Santiago era nada menos que un soldado de la caballería republicana, siendo reclamado por María Teresa León como escenógrafo para las Guerrillas del Teatro del Ejército del Centro, que ella dirigía, a la vez que para el Teatro de Arte y Propaganda, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. En aquellos años terribles y maravillosos, Santiago Ontañón hizo todo lo que María Teresa le pedía, pues Santiago estaba capacitado para ello: actor, cantante, escenógrafo, buenísimo escritor de lo que llamábamos "teatro de urgencia". Un prodigio. Nada mejor que Santiago para salvar situaciones difíciles... "¡Ontañón!", le gritaba María Teresa con cierta voz de mando, y Santiago ya sabía que tenía que obedecer, salvando cualquier situación, por muy dificil que ésta fuese. Él creó los magníficos decorados para la obra soviética "La tragedia optimista"; para "Los títeres de cachiporra", de Federico García Lorca; para la zarzuela "Château Margot", y sobre todo, su más grande creación en aquel momento, para mi adaptación de la "Numancia", de Cervantes, que se representó durante la defensa de Madrid, y luego en Montevideo, dirigida e interpretada por Margarita Xirgu.>>.

Maria Teresa León directora de las Guerrillas del Teatro, explicaba sobre Santiago Ontañón:

<< Si a algo estoy encadenada es al grupo que se llamó Guerrillas del Teatro del Ejército del Centro... La guerra nos había obligado a cerrar el gran Teatro de la Zarzuela y también la guerra había convertido a los actores en soldados. Este llamamiento a las armas nos hizo tomar una resolución y la tomamos. ¿Por qué no ir hasta la línea de fuego con nuestro teatro? Así lo hicimos. Santiago Ontañón, Jesús García Leoz, Edmundo Barbero y yo, nos encontramos dentro de una aventura nueva. Participaríamos en la epopeya del pueblo español desde nuestro ángulo de combatientes>>.

El 10 de septiembre de 1937 se estrenó en el Teatro de la Zarzuela "Títeres de cachiporra. Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita" de Federico García Lorca por el grupo de teatro de la Universidad Carlos III de Madrid. En esta obra, los muñecos de García Lorca representan algunos de los instintos y pasiones elementales del individuo y de la sociedad. El autor no pudo estrenarla en vida, y tuvo que ser el grupo Arte y Propaganda quien lo hiciera en plena Guerra Civil, con la dirección de María Teresa León, decorados de Santiago Ontañón, escenografía de Gustavo Calleja y con José Franco en el papel de don Cristóbal.

Durante la guerra Rafael Ontañón no perdió su buen humor y es conocido que decía a sus compañeros que las lentejas que comían, tenían gusanos que los miraban.

El Teatro de Arte y Propaganda, además de Lorca y Vishnievski, quiso abordar otro de los más graves problemas que el teatro republicano tenía planteado: la creación de un repertorio teatral español, estética e ideológicamente revolucionario. Así el 12 de noviembre de 1938 y como complemento a "La tragedia optimista", se estrenó con gran éxito en el Teatro de Arte y Propaganda de Madrid, "El bulo" de Santiago Ontañón, mientras que en la mañana del 12 de diciembre se realizó el pre-estreno de "Sombras de héroes", de Germán Bleiberg que recibió compartido con Miguel Hernández, el Premio Nacional de Literatura, por este poema dramático perdido.

En diciembre de 1938 se estrenó por el Teatro de Arte y Propaganda del Estado, en el madrileño Teatro de la Zarzuela, la adaptación de Rafael Alberti de la obra de Miguel de Cervantes "Numancia", con escenografía (maqueta y decorados) y figurines de vestuario de Santiago Ontañón. María Teresa León fue la directora y Santiago Ontañón logró crear el efecto de lluvia, con luz y sonido. Alberti optó por adaptar la obra a las circunstancias y hizo vestir a los romanos de fascistas mussolinianos. María Teresa lloraba entre bastidores mientras contemplaba como subía el pueblo hacia la hoguera de una muerte común. Existía una perfecta simbiosis entre la directora y el escenógrafo de esta pieza teatral. A través de los bocetos conservados, se puede hablar de una moderna escenografía de claras resonancias surrealistas.

En octubre de 1939 un grupo de republicanos, entre los que se encontraba Santiago Ontañón, pidieron asilo político a la Embajada de Chile en Madrid. Sólo uno no pudo entrar, el poeta Miguel Hernández, en quien primó, por encima de sus intereses, la vida de su nuevo hijo a quien fue a conocer a Orijuela, al tiempo que debía haber entrado como refugiado junto a sus compañeros. Poco después, sería detenido acusado de rebelión y de apoyo a la República, y condenado a muerte por tales delitos, lo que motivó las reacciones inmediatas de Antonio de Lezama y Santiago Ontañón, entre otros asilados, ya que desde su encierro iniciaron una campaña para salvar su vida enviando multitud de cartas a personalidades de la cultura, así como de la política del momento. Ontañón contaba: <<Allí encerrados, sin apenas poder tomar más que un poco el sol, el tiempo se hacía interminable. Ni la lectura, ni las partidas de ajedrez, juego en el que Pablo de la Fuente era un consumado maestro, eran suficientes, y un día decidimos hacer un periódico para no embrutecernos. Por aquellos días había atravesado el cielo de Madrid un aerolito al que comenzaron a llamar cometa, y bautizamos nuestro diario: "El Cometa". Lo hacíamos por las noches, antes de acostarnos, realizando el cierre de la redacción a las dos de la madrugada y para redactarlo nos servíamos de las noticias que nos facilitaban los empleados de la Embajada, comentábamos las de los periódicos y escuchábamos la radio. Todas las mañanas cuando Vergara (se trata de Germán Vergara Donoso, Encargado de Negocios de la embajada chilena) llegaba, nos lo pedía. Una de ellas se enteró por "El Cometa" del inicio de la guerra europea. Hacíamos un único ejemplar que constaba de varios pliegos de papel de barba, pulcramente mecanografiado por Pablo de la Fuente. Yo hacía la cabecera y el chiste de cada día. Era el Mingote de "El Cometa". Era de un fuerte contenido político antifascista y junto con "Luna", revista que luego comenzaríamos a hacer también, semanalmente, fueron las dos primeras publicaciones antifranquistas que vieron la luz en Madrid recién terminada la guerra>>. Ocho miembros del grupo de exiliados republicanos en la Embajada chilena formaron el colectivo autodenominado "República de las Letras", aunque eran más conocidos en el interior de la Embajada como el grupo "Noctambulandia", ya que se reunían todas las noches para elaborar el diario "El Cometa" y la revista "Luna".

Los componentes de la "República de las Letras" eran Pablo de la Fuente , nacido en Segovia en 1906, que desempeñaba las funciones de coordinador y director de las publicaciones; Santiago Ontañón, responsable del diseño e ilustraciones, aunque también solía colaborar en diversos artículos; Antonio Aparicio, nacido en Sevilla en 1916, se encargaba de la sección de poesía; Edmundo Barbero realizaba las críticas de teatro, mientras que José Campos, Antonio de Lezama, y los hermanos Romeo, Aurelio y Julio, se responsabilizaban de las narraciones y de las críticas literarias.

La publicación de "El Cometa", iniciado hacia octubre de 1939, se prolongó hasta junio de 1940, teniendo que ser destruido en su totalidad ante la amenaza de un asalto a la embajada chilena. Santiago Ontañón describe esta lamentable desaparición del primer diario antifranquista editado en España: <<Los hermanos Romeo, que habían aprendido encuadernación en el Instituto Escuela, hicieron dos hermosos tomos con aquellos casi trescientos números que una mañana, ante la nueva amenaza de asalto que se cernía sobre la Embajada y una vez que Chile había roto relaciones diplomáticas con Franco, se nos pidió que destruyésemos. Cuando los hermanos Romeo tuvieron que hacerlo, lloraban de emoción>>. El colectivo "República de las Letras" o "Noctambulandia" inicia, la noche del 26 al 27 de noviembre de 1939, la publicación de la revista "Luna". Preguntados del porqué no elaboraban los textos durante el día, contestaron: <<No, no podíamos, porque los días no nos pertenecían a nosotros solos, porque el día era nuestro enemigo. Era bajo la luz del sol cuando se reunían los tribunales para condenar implacables y vengativos, era al apuntar el día cuando las sentencias se ejecutaban, y bajo este anuncio del día no podíamos sentirnos libertados de todo el peso que nos oprimía. Solo cuando llegaba la noche, cuando el sueño impedía a los jueces seguir firmando sentencias de muerte, cuando acudía en ayuda de los encarcelados para hacerles olvidar su triste condición y su aún más triste destino, comenzaba nuestra vida. Desde aquella terracita se lanzaron innumerables mensajes protegidos por la oscuridad de la noche… Y, al primer claror del día, huíamos hacia nuestros cobijos con la última miel de la conversación amable en los labios y la esperanza en el corazón>>. La revista semanal "Luna" se publicó hasta la noche del 16 al 17 de junio de 1940, con un total de 30 números. Las ilustraciones estaban realizadas por Santiago Ontañón. Sólo se conserva un original de esta revista, que se encuentra depositado en la caja fuerte de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile. De la singularidad de esta publicación cabe destacar: un alto valor de su contenido (no se trata, por tanto, de una revista política o de lucha, sino eminentemente literaria en la que se recogen ensayos, narrativa, críticas teatrales, poesía, ...), unas circunstancias políticas (se trata de una redacción formada por exiliados en su propia patria, con la incertidumbre sobre el incierto futuro del grupo, amenazado con la posible invasión de la policía franquista), una publicación inédita (los distintos avatares de la posguerra española supusieron que se perdiera el rastro de esta revista, situando los ejemplares en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile cuando, en realidad, se encontraban en la Biblioteca Central de la Universidad de Chile) y una pionera de la prensa cultural del exilio español (la revista es la primera publicación cultural en la clandestinidad).

Los motivos del dibujo de la portada de "Luna", realizados por Santiago Ontañón, suelen ser variados, aunque en los primeros números suele reproducirse la figura de una mujer desnuda que representa a Anfistora, personaje ficticio creado por Federico García Lorca para referirse a una vieja sirvienta de su casa familiar. El número 3 se abre con el editorial "Nueva salida de don Quijote" en el que se ironiza sobre el traslado de los restos de José Antonio al monasterio de El Escorial, en el número 10 se informa sobre la condena a muerte del poeta Miguel Hernández, "amigo y compañero nuestro", el número 18 que está dedicado a recordar el primer aniversario de la derrota republicana, se inicia con un breve editorial que finaliza así: "¡La República ha muerto! ¡Viva la República!", en el número 19 se recoge la noticia de un accidente mortal de José Giral, ministro republicano, en su exilio mexicano y en el número 24 se informa del viaje de Rafael Alberti y María Teresa a Chile . Las noticias sobre la actividad teatral es otra de las constantes en esta publicación, correspondiendo la responsabilidad de esta sección especializada a Edmundo Barbero , actor y escritor teatral que, durante la guerra se responsabilizó de las "Guerrillas del Teatro" creadas por María Teresa León como teatro de urgencia. La crítica literaria estaba firmada por distintos "noctámbulos", especialmente: José Campos, Pablo de la Fuente, Antonio de Lezama, Santiago Ontañón, ... Se reproducen en la revista creaciones narrativas de los propios redactores como "El ángel exterminador" de Antonio de Lezama o "La montaña rusa del amor" de Santiago Ontañón.

En diciembre de 1939, el grupo de refugiados es trasladado desde la calle Prado, donde se encontraba la embajada chilena hasta la nueva sede de dicha embajada en el Paseo de la Castellana, esquina con la calle Miguel Angel. Después de múltiples gestiones diplomáticas entre Chile y España y, finalmente,con la valiosa mediación del Gobierno brasileño, se consigue que el Gobierno español conceda el salvoconducto para que los refugiados en la embajada chilena puedan salir al extranjero. Entre septiembre y octubre de 1940 salen los trece asilados que permanecían en la embajada, ya que anteriormente habían sido evacuados cuatro de ellos en octubre de 1939. De esta forma, finaliza esta etapa de exilio interior para iniciar un nuevo exilio exterior que llevaría, a la mayor parte de este grupo, hasta Chile.

En 1940 una vez ya en Santiago de Chile, Alberto Closas conoció en una "fuente de soda", como así llaman los chilenos a los bares, a Santiago Ontañón, el gordo Ontañón, el cual le llevó al teatro donde trabajaba Margarita Xirgu para conocerle. Después de este contacto Closas entró en su compañía.

En abril de 1941 Margarita Xirgu se casa con Miguel Ortín en Santiago de Chile y se instalan en el barrio acomodado de la capital llamado Los Condes, en un chalet en la calle Renato Sánchez que llamaron "El Sauce", árbol que la Xirgu plantó y que a los pocos meses se le comía la casa que decoró el escenógrafo el "gordo" Santiago Ontañón. Pronto la casa se convirtió en una tertulia de intelectuales, chilenos y españoles. Ontañón solía encontrarse en casa de Margarita con Isabel Pradas, tan querida por Margarita, madrina de su hijo, al lado de la cual se había formado, y con su hermana Teresa y su marido, actores todos de la ex compañía Xirgu. Un día Margarita le dijo : <<Mira, Ontañón, una de las cosas que he de agradecer es la presencia tuya aquí, porque yo no he necesitado nunca directores, pero siempre me ha hecho falta una persona de mi confianza y afín para dialogar, para cambiar impresiones, para que me diga algo si encuentra que no está bien, tú eres ya como mis amigos, como era Federico, como era Rivas Cherif, como era Gual en Barcelona, entonces vamos a ver>> Ontañón fue uno de los que forzaron a la Xirgu a volver al teatro, fundando la Escuela de Arte Dramático, que después de su creación en 1941, quedó vinculada al Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación. La escuela se inició con carácter particular con un grupo de desterrados españoles: el actor Edmundo Barbero, el periodista Antonio de Lezama, el escenógrafo Santiago Ontañón,... en una de las dependencias del Teatro Municipal de Santiago. En 1941 se representaron distintas obras, entre las que cabe destacar "Bodas de sangre" de Lorca con decorados de Ontañón.

Cuando se le preguntaba a Ontañón el motivo de haber permanecido siempre fiel al mundo teatral, éste respondía que había siempre tres razones para continuar:

<<Primera, porque casi siempre me pide un amigo que lo haga, segunda, porque en el teatro se está en candelero, se habla de uno, y tercera y fundamental, porque amo la profesión>>. En Chile Ontañón conoce a Nana Bell y con ella contrae matrimonio. Amor y fidelidad caracterizarán otra de sus pasiones, su amor por Nana Bell que dura toda su existencia, aunque la definición de Ontañón expresada por Fernando Fernán Gómez fuera: <<Un hombre leal, inteligente, libre, generoso, ingenioso, entrañable, apasionado, rebosante de amor y amores, un amor y unos amores a los que él, fiel a su modestia, llama amistad>>.

En 1943 Santiago Ontañón es el encargado de realizar los decorados de "Numancia" la obra de Miguel de Cervantes adaptada por Rafael Alberti. Los valores primordiales de "Lo busco de Numancia", título original, o "Numancia", según la adaptación de Alberti, que conferían perenne actualidad, eran su profundo sentido ideológico: el pueblo entero defendiendo su independencia hasta la muerte, y la gran humanidad de sus figuras, algunas de ellas alegóricas: España, encarnada por la Xirgu; Riu Duero, la Guerra, la Enfermedad, el Hambre, la Fama... La puesta en escena tuvo lugar el 6 de agosto de 1943 en el SODRE de Montevideo. A la espectacularidad de la tragedia, obra de masas, en el escenario en el que se movían 37 personajes y comparsas, contribuyeron los elementos musicales y coreográficos, corazón y cuerpo de baile del SODRE. La salida de Margarita Xirgu a a escena, tras su larga ausencia, fue acogida con un interminable aplauso por un público emocionado puesto en pie. Aparecía Margarita con amplias vestiduras y el suntuoso tocado de Dama de Elche. Los reiterados aplausos obligaron a Alberti a decir unas palabras desde el proscenio.

Para finalizar la temporada de 1943 en el Estudio Auditorio (SODRE) de Montevideo le pidieron a la Xirgu que montase "Mariana Pineda" en homenaje a Federico García Lorca. A Margarita le encantó la idea, pero los decorados de la obra, de Salvador Dalí, se habían quemado en Chile, al incendiarse el teatro:

-¿Tú podrías hacer el decorado de "Mariana Pineda" para el martes?- le propuso la Xirgu a Ontañón.

-Mire usted, Margarita, en este momento acabo de comer, me voy al estudio, tengo allí el techo del Teatro Solís, enorme, pero prendo papel y a pintar. Ontañón relata: <<Efectivamente, me pasé el sábado, el domingo trabajando, y parte del lunes y lo empecé a montar el martes. Como era para un solo día pinté inclusive los regruesos de las puertas, las cortinas románticas, vamos, todos los elementos. Y recuerdo que cuando después me tocó hacer el mismo decorado, pero corpóreo, resultaba más corpóreo el pintado. A mí me parecía más bonito el pintado. Uno de los decorados más bonitos que he hecho en mi vida ha sido el del tercer acto de "Mariana Pineda". El del jardín aquel del convento. Claro que lo hice para un escenario que era un prodigio de elementos para hacer el decorado. Era un decorado muy sencillo que tenía siete metros. Por un lado era una especie de alquería, que se suponía estaba en el Albaicín, debajo y al fondo un campanil andaluz y luego un muro blanco con unas ventanas y un ciprés negro, pegado al muro, con la sombra pintada. Como estaba todo pintado, en una perspectiva muy pronunciada, los actores no podían pasar de los dos primeros metros, y daba una gran sensación, porque se levantaba el telón y teníamos un panorama inmenso, pintado con luz. Era blanco, pero una noche oscura, profunda, llena de estrellitas. Era sensacional, hubo un aplauso al levantarse el telón. Fue uno de mis grandes éxitos. Pero lo importante es que yo me decía: ¿como es posible que esta mujer, que está huida del teatro, vaya a hacer "Mariana Pineda"?. Pues bien, hizo una Mariana sensacional. Cómo sería que allí, cuando una obra de teatro tenía éxito, estaba en cartelera cuatro o cinco días, y la Xirgu con su Mariana, estuvo quince. Entonces ella se dió cuenta de que tenía cuerda para rato. Yo le decía: "Usted tiene quince o veinte años más de teatro, que es lo suyo". El caso es que de aquí salió la proposición de una gira por todo Uruguay. Porque es que allí tenían adoración por ella. El Gobierno le puso un autocar grandioso e íbamos haciendo dos comedias. Una era "El matrimonio" de Gógol, que la interpretaba Amelia de la Torre y Edmundo Barbero, y la otra "Mariana Pineda", para que ella trabajase un día sí y otro no. Fue una gira triunfal. Recuerdo que cuando alguien me decía:

-Margarita se muere.

Yo le respondía:

-Mira, Margarita hace lo que le da la gana. Yo he visto un teatro abarrotado, llorando hombres y mujeres a lágrima viva, sintiéndose los sollozos. Yo me acuerdo de un detalle muy de ella. Era un teatro en el que se entraba por la sala al escenario, porque era más cine que teatro, y entonces me acuerdo que entré y cuento: cinco espectadores, uno de ellos gaucho, que estaba en el mismo hotel que nosotros, y le hacía mucha gracia que yo hiciera un papel en "El matrimonio" de Gógol. Entro yo en el camerino de la Xirgu y estaba ella arreglándose, y le digo lo que pasa. Y ella me contesta: -Los que han venido a verme van a ver una "Mariana Pineda" como si fuera en el Teatro Español de Madrid.

Entonces ocurrió una sorpresa. Durante este rato que estuvimos hablando, el teatro se llenó. Entro como un aluvión de gente, entonces ella, que esperaba al levantar el telón ver un teatro con unas cuantas personas, lo vió abarrotado e hizo una Mariana de antología. Los momentos finales de la obra eran delirantes. Aquello no era ni un latiguillo, ni un final de oración, sólo sé que el teatro se venía abajo. ¡Qué misterio el de aquella mujer! Porque ella sabía arrancar una ovación cuando quería. Recuerdo en Lima, con el Presidente de la República, que era poeta, don José Gálvez. Era un viejo adorable, todo vestido de blanco. Solía ir por el camerino a charlar con nosotros. Un día que ensayábamos, Margarita se dió cuenta del arrobo con que la escuchaba el poeta, y dijo aquello del "Cuchillito", que válgame Dios cómo dijo aquello. El pobre decía: ¡Pero qué monstruo es esta mujer!", era algo inimaginable>>.

Santiago Ontañón describió así la escenografía de "El adefesio":

<<Primer acto: una sala con un pasillo al fondo con un espejo de cuerpo entero para el diálogo del espejo. Segundo acto: una terraza en la que se veía una lejanía andaluza, con un castillo al fondo y debajo, como a vista de pájaro, un pueblo andaluz a pleno sol, blanco, con las sombras azuladas y nada más. La gente con aquello sabía que era Andalucía. Y al final era una villa, un chalet que podía estar en cualquier sitio de Andalucía, era un jardín con unos plátanos de copa baja, umbría y una casa y una torre redonda que medía seis o siete metros de alta; por una ventana se veía subir a la chica que se va a suicidar, y, al caer, se la veía por la ventana. Era muy bonito>>.

El 3 de noviembre de 1944 se estrenó en el Teatro Avenida de Buenos Aires "La dama del alba", cualificada como la obra escénica más completa, excelsa, paradigmática de Alejandro Casona. Margarita Xirgu encarnó la figura simbólica de la dama del alba, la Peregrina, y Santiago Ontañón estuvo a cargo de la escenografía.

También en 1944 se publica en Buenos Aires el libro de Pedro Antonio de Alarcón "El sombrero de tres picos y cuatro cuentos amatorios: El clavo, La última calaverada, La belleza ideal y El abrazo de Vergara. El prólogo en verso es de Rafael Alberti y el ilustrador es Santiago Ontañón con 7 láminas de dibujo.

Cuando se le entrega la obra de Federico García Lorca "La casa de Bernarda Alba", la Xirgu enseguida, escribe a Isabel Pradera y llamamiento en Santiago Ontañón: <<Vende corriendo, porqué me acaban de traer "La casa de Bernarda alba">>. Estría a las quince actrices del reparto pues el único hombre del montaje se Santiago Ontañón que hace los decorados, organiza los assaigs y velatorio por todos los detalles: el carácter de los personajes, todo imbuyéndolos la máxima humanidad, y la plasticidad global del espectáculo. Estrenada el 8 de marzo de 1.945, el éxito es clamorós. Tras el último Silencio! de Bernarda, el público que llena a rebosar el Teatro Avenida de Buenos Aires, estalla en aplausos dedicados al poeta y a la actriz. La Xirgu se acerca al proscenio y, con la voz rota por las lágrimas, exclama: <<Él quería que esta obra se estrenara aquí y se ha estrenado, pero él quería ser presente y la fatalidad lo ha impedido. Una fatalidad que hace llorar a muchos seres. Maldita sea la guerra!>> Un alud de flores invade el escenario. Es la gratitud del público argentino hacia una artista que acontece ya un símbolo. El hermano del poeta, residente en Nueva York, le envía un telegrama para felicitarla. "La casa de Bernarda Alba" es, por Margarita Xirgu y para la crítica, la más exitosa del poeta. En recuerdo de aquella noche es poner una placa en el Teatro Avenida de Buenos Aires.

Santiago Ontañón describió así sus decorados:

<<El primero era una sala blanca, con cortinas con madroños rojos, como marcaban las acotaciones.

El segundo acto era esa escena en que están todas las viejas con abanicos. Decorado muy difícil de solucionar, porque era una especie de corredor, donde daban las cinco puertas de los cinco cuartos y una ventana que daba a un patio que, a su vez, estaba cerrado por muros, Era una casa que no tenía ningún contacto con el exterior. Y era muy difícil de meter cuatro puertas que estuvieran juntas y no fuesen chiqueros. Era muy bonito porque había un momento que salían las cuatro chicas y se quedaban cada una al lado de la puerta. Fue cuestión de trabajar mucho la perspectiva. Lo hice de manera que el decorado parecía el doble de largo, y las puertas estaban pintadas en perspectiva, o sea cabía que hubiera cinco cuartos pequeños, pero las puertas estaban a cincuenta centímetros. Así que los cuartos si hubieran sido como aparentaban en planta, hubiesen sido cinco corredores. El tercer acto era un gran corral, pintado muy de luna, también muy cerrado, como toda la casa, sin entrada por el exterior. Había en un rincón debajo de la parra, una mesa, grandes muros con pocas ventanas, un poco dentro de aquella Andalucía imaginada>>

Margarita Xirgú regresó a Perú en 1946. Con ocasión de esta segunda gira, se quedaron en Lima algunos integrantes de su elenco, como: Edmundo Barbero, Santiago Ontañón y Pilar Muñoz, actriz que protagonizó la obra que abrió en 1946 la primera temporada de la Compañía Nacional de Comedia, con la obra "Anna Christie" de E.O´Neill. Edmundo Barbero fue el primer director de la Escuela Nacional de Arte Escénico (ENAE) hasta julio de 1949 que lo reemplaza Guillermo Ugarte Chamorro quien, durante la década de los cincuenta desarrolló una fecunda labor. Durante la dirección de Barbero, Santiago Ontañón formó escenógrafos, destacando Alberto Terry, antes de su vinculación con la Televisión. Edmundo Barbero fue también en 1946 el director de la primera temporada de La Compañía Nacional de Comedia (CNC), en el Teatro Segura, y llevó a escena "Olaya o El Barquero y el Virrey", de Manuel Nicolás Corpancho, con escenografía y vestuario diseñados por Ontañón. Santiago Ontañón fue uno de los más asiduos a la peña Pancho Fierro en Lima, cuando ésta estaba aún en la plazuela de San Agustín, porque después los Arguedas se mudaron a la calle Chota. También estaba el escritor español Corpus Barga, que ya era un hombre mayor y que había conocido a Rubén Darío y a Unanumo. En la entrada de la peña, bien colgadito, había un cartel que decía: "Se prohibe la entrada a perros y a yanquis". En 1948 el periodista del diario "La República", Luis Jaime Cisneros, relataba: <<Conocí a Arguedas en la peña Pancho Fierro, una húmeda noche de julio, en 1948. Me llevó a la peña Sebastián Salazar Bondy. Estaban ahí esa noche Blanca Varela y Gody Szyszlo, Cota Carvallo, Paco Moncloa y Santiago Ontañón. Y, por cierto, las hermanas Bustamante, Cecilia y Alicia. Ahí conversábamos sobre la estada teatral de Margarita Xirgu, sobre los textos que Emilio Adolfo editaba en "Las Moradas" y cambiábamos ideas sobre lo que -con Aurelio Miró Quesada- pensábamos hacer en "Mar del Sur">>. Es notorio pues la relación, por lo menos desde 1946 hasta 1948, de Santiago Ontañón con la tertulia peruana, como lo había sido anteriormente con las tertulias de Madrid, París, Santiago de Chile y Buenos Aires. Era otra de sus pasiones.

En los años 50 regresa a España y reside en Madrid, continuando su carrera cinematográfica como intérprete. Su esposa Nana Bell no le acompaña y sufre mucho ante la negativa de venir a España. En una de sus últimas cartas a su esposa, Santiago Ontañón le dice: <<Desde que te fuiste mi consuelo fue el ensueño, nunca dejaste de estar a mi lado y conmigo participaste de lo bueno y de lo malo, conmigo has viajado, has compartido mis escritos y junto a mí te he tenido con tu cara prerrafaélica, tu cintura quebrada y hasta tus piernas de banderillero ¿recuerdas?...Volveré a seguir viajando solo pero contigo a mi lado; te enseñaré las cosas hermosas que vayan pasando ante mis ojos con tanto amor y cariño que estoy seguro que llegarán a los tuyos y volverán a mí arrobados para seguir divagando contigo, para continuar disfrutando de esos montes, valles, mares, y cielos que ya nunca veremos juntos, que fue la ilusión de mi vida... Como verás mis manos se cansan, !mis manos!, más mi corazón no se cansa de quererte como te he querido siempre>>. Su filmografía española, forzada por su economía, consta de: "Juego de niños" y "Faustina" de José Luis Sáenz de Heredia en el papel de don Fernando en 1957; "La vida por delante" de Fernando Fernán Gómez en el papel del paciente de la Sra. Anglada y "Muchachas en vacaciones" de José María Elorrieta en 1958; "Miss cuplé" de Pedro Lazaga, "Julia y el celacanto", "El día de los enamorados" de Fernando Palacios en el papel de jugador de golf, "Juegos de niños" de Enrique Cahen Salaberry y "Días de feria" de Rafael J. Salvia en 1959; "Solo para hombres" y "Adiós, Mimí Pompón" de Luis Marquina en 1960; "Ha llegado un ángel", "Honorables sinvergüenzas" de José Luis Gamboa y "El pobre García" de Tony Leblanc en 1961; "Tómbola" en el papel de consejero de seguros y "La gran familia" en 1962; "Los dinamiteros" en el papel de Felipe, "La máscara de Scaramouche" de Antonio Isasi-Isasmendi y "El verdugo" en 1963.

Ironías de la vida, el simpático Santiago Ontañón interpretaba el papel de un profesor llamado Corcuera en la película "El vedugo" de Luis García Berlanga. Un franquista que defendía, desde las leyes, la ventaja y la bondad del garrote vil, frente a la crueldad de la guillotina o la falta de humanidad de la silla eléctrica. A ese señor Corcuera se le acercan unas señoras preguntando por la firma de Pemán. Como esa tarde no firmaba el escritor gaditano, le piden al jovial Corcuera que les firme su libro. El caso es llevarse un libro firmado. Elegantemente, se marchan sin pagar. El tal Corcuera se hace cargo. En ese momento, y para solicitarle un favor -un enchufe para su yerno- se acerca a Pepe Isbert, el verdugo oficial. Quiere que recomiende al reticente aspirante, Nino Manfredi. Después de prometer hablar en su favor, el escritor defensor del garrote le firma uno de sus libros: "Al futuro verdugo continuador de una tradición familiar".

Reanuda su filmografía con: "Rueda de sospechosos", "La tulipe noire" de Christian-Jaque y "Búsqueme a esa chica" de Fernando Palacios en 1964; "De cuerpo presente" y "Die Hölle von Manitoba (Un lugar llamado Glory)" de Sheldon Reynolds en el papel de banquero de Glory en 1965; "Tres perros locos, locos, locos" y "El arte de no casarse" de Jorge Feliú en 1966; "De cuerpo presente" de Antonio Eceiza en 1967; "Varietés" de Juan Antonio Bardem y "Blanca por fuera, rosa por dentro" de Pedro Lazaga en el papel de don Félix en 1971; "Casa manchada" de José Antonio Nieves Conde en 1975 y "Cinco tenedores" en 1979.

A finales de los años 80 desgraciadamente la enfermedad le convirtió en otro ser humano, ya era entonces un hombre acabado, imposible de imaginar de juerga con Federico García Lorca, Rafael Alberti, María Teresa León, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Cristina Mallo, Concha Méndez y un largo etcétera de seres míticos, que se situaban en el terreno reservado para los dioses. Fue un alma bondadosa y sensible. Muere en Madrid, sólo, en 1989.

La sala de lectura de la biblioteca del Centro Cultural de España, de la Embajada Española de Chile, está ornamentada con valiosos cuadros de Santiago Ontañón, obras que estuvieron originariamente en el mítico Café Miraflores de Santiago.



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