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Jueves 11 de abril. Conferencia de DESIDERIO VAQUERIZO." LOS ORIGENES DE CÓRDOBA". (Presenta J.L.G.C).
Finales de abril, primera semana de mayo. Proyección del documental "MONTE HORQUERA" de FERNANDO PENCO, galardonado en diversos Festivales internacionales (Italia, India, Holanda etc,)
Lunes 11 de Mayo. Conferencia de MANUEL VACAS." LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA.LAS BATALLAS DE POZOBLANCO Y PEÑARROYA- VALSEQUILLO". (Presenta Antonio BARRAGÁN).Todos los actos en la Sede del Ateneo.

CONVOCADOS LOS PREMIOS DEL ATENEO DE CÓRDOBA
XI Premio de Relato Rafael Mir.
XXXIX Premio de Poesía Juan Bernier.
IX Premio Agustín Gómez de Flamenco Ateneo de Córdoba.

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El Flamenco, folklore y ciencia

De Ateneo de Córdoba
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Talento y corazón son ingredientes esenciales del arte del Flamenco; pero también lo son la intuición y el misterio, esa chispa invisible, ese duende mágico, ese pellizco intenso que estremece las fibras sensibles de la razón y la nervadura férrea de los sentidos en un extraño lance.

El Flamenco constituye una de las tradiciones más consolidadas de nuestro folklore; una forma de expresión autóctona sin la que no se entiende la cultura andaluza; un modo de ser y hasta de pensar con autonomía y vida propias, evolucionando desde la manifestación vernácula hasta el éxtasis del arte y la exégesis de la ciencia.

Si Andalucía es paradigma del cante flamenco, Córdoba será sin duda una de sus inflexiones más apasionadas. Y tanto más cuanto a reflexión crítica se refiere.

Pocos eruditos han plasmado mejor la esencia y el crisol del Flamenco que el profesor y ensayista Ricardo Molina. El poeta de Puente Genil recogía una antorcha de caudales luminarias para enardecerse y sonorizarse con su rumor noble de ancestrales resonancias. En sus ensayos, germen de estudios y delicia para la lectura, se plasmaba todo el sentir anímico y popular de un escritor avezado a la lírica del alma y a la fulguración de la materia; un hedonista que oscilaba entre la ascética y el deseo dionisíaco; un analista intenso tocado por la fascinante obsesión de la poesía. Pocos supieron, como él, mezclar ese aliento álgido de la palabra con el doloroso claror del conocimiento: “Ah, quién dirá el misterio de tu voz cuando cantas”, recitará Molina refiriéndose a Antonio Mairena, entremezclando el clamor vivo del cante y la aguzada espina e lo arcano que Lorca ya anhelaba y confesaba como núcleo de los oscuro y de lo estético. “Qué sabrá nunca de ella el juglar callejero/ que va de plaza en plaza voceando su historia/ ni la impasible estrella de plata en sus alturas/ ni el ruiseñor que gime ni la mar que solloza”. ricardo expone su razón y la dicta desde lo íntimo, para que así proclamada sirva para explicar y hasta justificar el carácter de lo épico, su fuerza irracional proclive a ser diseccionada, como un extraño jeroglífico que alguna vez antaño hemos resuelto.

Molina nos ha descubierto las raíces como un viejo profesor que se empecina en enseñarnos todas las fórmulas de su valetudinaria ciencia, tan fecunda en nuestros bisoños labios y en nuestros ojos noveles. Nadie como él para mostrarnos esa indisoluble relación entre el poema animado y la música de los sentidos. No pertenece a nadie este don del espíritu que todos reclaman como acervo exclusivo.

En el XIX, cuando los viajeros románticos hollaron con su talante aventurero las rutas y caminos de nuestra España indómita, descubriendo ese mineral precioso de la copla, del bolero, de la solea, del fandango, el Flamenco encendía sus miradas. Pero antes, en la fecundidad ilustrada del siglo XVIII, su sortilegio arrebataba a las andariegas bailadoras con su cohorte de acompañantes; y embelesaba a los grandes compositores, a los dramaturgos corteses y a los nobles empingorotados, lo que no significa que no haya tenido desde siempre sus pertinaces detractores.

Entre la fascinación y la displicencia, el cante flamenco se yergue indómito, vital, vapuleado y firme, como un fénix constantemente abrasado y renacido. De ello se encarga en Córdoba el flamencólogo Agustín Gómez, el infatigable montillano, convirtiendo el arte en ciencia, el oro líquido del flamenco en fuego de redoma, el duende instintivo en razonado vínculo de análisis.

A través de su obra, respira el Flamenco; y de ello dan buena muestra sus últimas publicaciones: De estética flamenca y El Flamenco como núcleo temático. En ambos queda palmariamente manifiesta la armonía entre el flamencólogo y el artista Antonio Povedano, ilustrador perpetuo de sus libros, exquisito amador de este cante que concierta corazón y razón, sensibilidad y pensamiento, sabor popular y aroma aristocrático. Ya son muchos años compartiendo este afán unánime por la pasión del Flamenco.

En la primera de las obras se armoniza la fluidez de la escritura del erudito con su incontestable conocimiento sobre tan especial materia. Historia, mitología, preceptiva, estilística, modelos, referentes, nombres y tendencias se vuelcan en este complejo y esencias vademécum de estética flamenca, donde Agustín arguye con su habitual elocuencia sobre las sombras y las luces del Flamenco.

El segundo texto es una recopilación de estudios editados por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba. El propio Agustín , que coordina la obra, vierte su sazonada experiencia para hablarnos sobre el pasado, el presente y el futuro de los estudios flamencos. Andrés García Román prologa este conjunto de trabajos donde se consignan nombres fundamentales en este campo de las artes, con rango de ciencia epistemológica: Gerhard Steingress, Manuel Urbano Pérez Ortega, Francisco Hidalgo Gómez, Norberto Torres Cortés, José Antonio Rodríguez, Teresa Martínez de la Peña, Fernando Pérez Camacho, José Gelardo Navarro, Francisco Pérez Jiménez, Inmaculada Ávila Jurado y la instrucción compilatoria de los cantes de ida y vuelta recolectados y punteados respectivamente por el coordinador y el prologuista de la obra, Agustín Gómez y Andrés García.

En todo instante, se deben a los hombres y las mujeres que los animan y los nutren con su conocimiento, su arrojo, su capacidad y su experiencia. Si hoy el Flamenco está reconocido, no se debe tanto a su propio valor inmanente como al esfuerzo y la pericia de Agustín Gómez que ha sabido elevarlo a su lugar elíseo. Cualquier reconocimiento a su empresa es más una deuda que un homenaje. Parafraseando literalmente a Molina en su fervor por Mairena, también “yo admiro y amo el alma poderosa de tu raza y el sol que suspirante tu voz incendia y la tristeza errante que se queja en tu copla misteriosa”. Yo admiro y amo la vocación y el denuedo, la fortaleza y la creencia, la perseverancia y el heroísmo, virtudes que permiten obtener el fruto semillado, dones que te honran, y me impresionaron desde el primer día en que nuestros destinos se cruzaron, siendo tú como eras miembro predilecto del Ateneo de Córdoba.

Manuel Gahete Jurado (ABC Córdoba, 28 de julio de 2002.

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