Éste y todos los junios

Este y todos los junios

Nació en junio, mes de fragancia frutal y goces paganos, al que este forjador de bellas palabras y silencios sonoros dedicó uno de sus más sensuales poemarios. Medio siglo después, a sus 86 años, otro junio regala a Pablo García Baena la recolección de una rozagante cosecha que eleva al poeta cordobés, uno de los más grandes que han sido y son, al paraíso de los más reconocidos. Anoche le dedicaban el Ateneo y la Fundación Bodegas Campos el homenaje a una obra que, aunque no abundante en títulos --Pablo solo escribe a golpe de alma, corazón y vida--, lo es en armónica belleza y en hondura. Como un licor quintaesenciado en sensualidad y un peculiar ascetismo entre lo divino y lo humano que el poeta fue destilando con discreta pasión. La suya es una obra nacida con aquel fulgor fugaz que fue Cántico, grupo del que García Baena, junto al pintor Ginés Liébana, es el único superviviente, para luego volar en solitario; una poesía ajena a modas y bandos literarios que acaba de reeditarse, completa y ampliada, al reclamo de nuevas hornadas de lectores. Y, por si éste no fuera suficiente galardón en un país en que la poesía no logra salir de círculos minoritarios, casi al mismo tiempo que le nacía el libro hace un mes se le otorgaba el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, considerado el aperitivo (sustancioso) del Cervantes. Y la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, siguiendo los pasos de la de Córdoba, que mucho antes lo había nombrado académico de honor, le ha concedido su medalla. En fin, una cadena de honores que Pablo, alejado de vanidades mundanas y rodeado de la sombra melancólica de los que se fueron, asume con agradecido desapego mientras aguarda nuevos junios, antes de que el tiempo acabe. Rosa Luque Diario Córdoba 5 de junio de 2008