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Tácito

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Cornelio Tácito (¿Roma? c. 120 ) fue un historiador, senador, cónsul y gobernador romano, gran conocedor de los pueblos extranjeros que se asentaron en las fronteras de Roma y gran conocedor así mismo de la vida política interna. A través de sus escritos se ha podido estudiar y conocer la historia romana con bastante rigor.

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Biografía

Sabemos poco de la biografía de Cornelio Tácito (Cornelius Tacitus): ni siquiera las fechas y lugares de nacimiento y muerte o su primer nombre (praenomen) (se le han atribuido sin suficientes pruebas los de Gayo y Publio). Los pocos datos que tenemos se encuentran en su propia obra o en las cartas de su coetáneo Plinio el Joven.

Cronología y origen

La fecha de nacimiento se conjetura a partir de la información que da Plinio en Cartas, 7.20. Destaca allí la amistad excepcional que los une y el paralelismo de sus actividades. A la vez informa de cómo él era un jovenzuelo cuando ya Tácito disfrutaba de renombre. De ahí la deducción de que son contemporáneos, si bien Tácito era algo mayor. A partir de la fecha de nacimiento de Plinio, en 61 o 62 se puede estimar la fecha de nacimiento de Tácito en torno al año 55. En cuanto a la fecha de muerte, se supone que, si como era su propósito, llegó en su vejez a historiar el imperio de Trajano tuvo que morir ya en tiempos de Adriano, de ahí que la muerte se sitúe en torno al año 120.

A veces se ha pretendido que nació en Interamnum, en Umbría (hoy Terni). La base de esta hipótesis es que Marco Claudio Tácito, emperador efímero que gobernó durante unos meses entre los años 275 y 276, había nacido allí y pretendía ser descendiente del historiador. Otras hipótesis, basadas en la procedencia de algunos de sus íntimos lo hacen originario del norte de Italia o incluso de la Galia Narbonense. Nada concluyente, en suma. Una anécdota que narra Plinio (Cartas, 9.23) hace pensar que sus orígenes no eran itálicos, sino provinciales.

Se cree que era de origen ecuestre, pues se lo relaciona con un Cornelius Tacitus de esa clase social al que menciona Plinio el Viejo (7.76) como procurador en la Galia Bélgica. Por su edad, este no podría ser el historiador, pero sí su padre o su tío.

Carrera política

Los emperadores de Tácito según las monedas.

Hacia el año 77 inicia su carrera política, que habría de ser muy regular. Él mismo (Historias, 1.1) nos cuenta que la comenzó con Tito Flavio Vespasiano y fue favorecida sucesivamente por Vespasiano y Domiciano.

En el año 78 se casó con la hija de Gneo Julio Agrícola, al que habría de dedicar tras su muerte una monografía. En el año 88 (bajo Domiciano) fue pretor y quindecinviro responsable del culto. Ese año participó en la celebración de los juegos seculares (ludi Saeculares). El año 93 murió Agrícola, mientras Tácito y su esposa estaban ausentes de la ciudad. Tácito (Agricola, 45) afirma que la ausencia duró cuatro años. Esto ha dado pie a algunos a pensar que estaba desempeñando algún cargo administrativo en provincias y se han hecho varias conjeturas carentes de solidez.

Fue consul suffectus en el año 97 (bajo Nerva) para sustituir al cónsul Verginio Rufo, muerto durante su mandato, cuyo discurso fúnebre se encargó de pronunciar. Más tarde (112-113, bajo Trajano) fue procónsul en Asia.

Orador e historiador

Su dedicación a la oratoria le ganó muy pronto un alto renombre gracias a su elocuencia. Se había formado en contacto con los mejores abogados de su tiempo. Él mismo afirma (Diálogo sobre los oradores, 2) que en su juventud escuchó con la pasión propia de la edad, tanto en público como en privado, a Marco Apro y Julio Segundo, las luminarias del foro en esos momentos. No han faltado quienes piensen en la posibilidad de que, al igual que Plinio el Joven, hubiera podido ser alumno de Quintiliano. No hay datos que permitan asegurar eso, pero no cabe duda de que los rasgos del propio Diálogo... corresponden con el pensamiento y estilo del gran retor, cuya influencia unida a la de Cicerón es indudable.

No se dedicó a la historia hasta después del año 97, cuando la muerte de Domiciano le permitió expresarse sin temor. Su dedicación a la historia en la madurez, después de la culminación de una importante carrera política, así como el hecho de que su ideología política esté en el fundamento de su obra, lo aproximan al perfil de algunos historiadores republicanos [1]. Para el hombre noble de la república romana había varias formas de servir al estado: la actividad política y la milicia fundamentalmente. Una vez desempeñadas esas actividades, era beneficioso prestar servicios de otro tipo, como explicar los hechos y situaciones por los que había pasado Roma. Era lo que afirmaba Salustio (Guerra de Catilina, 3): «Es hermoso obrar bien con el estado, sin embargo no carece de sentido hablar bien de él además. Es lícito llegar a destacar en la guerra y en la paz.» La virtus, el conjunto de características que hacen bueno a un hombre, se basa en el valor durante la guerra. En la paz, escribir historia puede ser también manifestación de esa misma virtus. Tácito, por su pensamiento y biografía concuerda en gran medida con estos rasgos.

Obra

No se han conservado discursos de Tácito, por lo que es imposible conocer sus cualidades en el ámbito de la retórica. Tenemos algunas referencias indirectas. A propósito del discurso fúnebre en honor de Vergino Rufo que hemos citado más arriba, Plinio el Joven (Cartas, 2.1.6) afirmaba que el hecho de que Tácito hubiera hecho muy elocuentemente su alabanza colmaba la fortuna del difunto. Por otra parte, en tiempos de Trajano se le encomendó junto a Plinio el Joven la acusación por concusión contra Mario Prisco, que había sido procónsul de África. En una sesión de senado que presidía Trajano, que desempeñaba su tercer consulado, pronunció un discurso no solo elocuente sino además solemne (Plinio, Cartas, 2.11.17).

El Dialogus de oratoribus («Diálogo sobre los oradores»), a pesar del pronunciamiento en contra de algunos estudiosos, se acepta generalmente como obra de Tácito. Es ciceroniano en su concepción y estilo, que se adapta aquí al género y es muy diferente del que el autor emplea en las obras históricas. El asunto tratado en él es la decadencia de la oratoria, que ya se había planteado también Quintiliano en un escrito perdido titulado De causis corruptae eloquentiae (Sobre las causas de la corrupción de la oratoria).

Al comienzo de la obra, en casa de Curiacio Materno, poeta, aparecen reunidos con él otros dos personajes: el orador Marco Apro, y Vipstano Mesala, experto en retórica. La acción se sitúa claramente (capítulo 17) en el año 75. Esta fecha es el término post quem para la datación de la obra. Hay quienes tienden a considerar a partir de este dato que el Diálogo... es obra de juventud pocos años posterior. Sin embargo, por sus relaciones estilísticas y de contenido con las Institutiones oratoriae de Quintiliano y con el Panegírico de Trajano, no faltan quienes opten por una datación más tardía en los primeros años del siglo II.

Materno discute con Apro sobre la primacía de la poesía sobre la oratoria. Luego la discusión se centra exclusivamente sobre la oratoria. Apro defiende la modernidad y asegura que los oradores de su tiempo no tienen que hacer concesiones al antiguo estilo de la oratoria republicana, pues los tiempos han cambiado. Mesala, en cambio, cree en el valor imperecedero de Cicerón y sus contemporáneos. Según él, en el presente la oratoria está en decadencia a causa del abandono del estudio de los viejos oradores en la educación de los jóvenes.

El diálogo acaba con una intervención de Materno, el poeta, quien zanja la cuestión con un acertado criterio histórico: es la diferencia de régimen político a que determina la decadencia de la oratoria. En la república, una época más agitada, era precisa la elocuencia para hacer carrera política y conseguir apoyos en las actividades públicas. Desde que Roma vive en una larga paz y estabilidad gracias al gobierno de los emperadores, no hacen falta buenos oradores. No se puede asegurar que este fuera el punto de vista del propio Tácito, pero, si así fuera, estaría expresado a la vez con una buena dosis de ironía y de prudencia para no irritar al emperador. Lo que se dice entre líneas es que sin un régimen político libre la oratoria pierde su función.

De vita Iulii Agricolae («Sobre la vida de Julio Agrícola»), conocida también con el título abreviado de Agricola, es su primera obra con contenido histórico. Tácito asocia en ella la biografía y la monografía histórica. La parte biográfica en sentido estricto ocupa los primeros capítulos solamente. Dos tercios de la obra están dedicados a las campañas militares y el gobierno de Agrícola en Britania, probablemente lo más importante de las realizaciones del protagonista. Dedica también alguna atención a la etnografía y geografía del país. La obra fue redactada tras la muerte de Agricola a los 53 años de edad. Por ello sigue en gran medida la tradición del elogio fúnebre (laudatio funebris) tradicional que pronunciaba un familiar en el entierro de los personajes destacados según la tradición romana. Pone su énfasis en las conductas y actuaciones personales de Agrícola que encajan en el marco de la vieja virtus aristocrática.

Tácito no se limita a tratar de la vida, cualidades y hazañas de su suegro. Siempre está presente su propio pensamiento, por lo que nos aporta un reflejo de sí mismo. También dedica su atención a lo que supuso el terrible periodo de gobierno de Domiciano, cuyas ignominias destaca. El final de la obra (cap. 43), en el que Tácito, aunque no lo suscriba, se hace eco del rumor según el cual la causa de la muerte de Agrícola había sido un envenenamiento que podía ser atribuido a Domiciano, sirve para completar la imagen perversa del emperador.

De origine et situ Germanorum («Sobre el origen y territorio de los germanos»), conocido también como Germania, describe a los germanos y su país. La monografía tuvo que escribirse muy poco después del primer año del reinado de Trajano (98), que fue también el de su segundo consulado, pues Tácito utiliza esta fecha como referencia para calcular cuánto tiempo había transcurrido desde los primeros ataques de los cimbrios La obra es en general muy objetiva. De sus fuentes literarias Tácito solo menciona a César, pero hay que añadir a Plinio el Viejo y a otros historiadores y geógrafos. Además de la información literaria, Tácito, de quien no consta que tuviera conocimiento directo de los pueblos que habitaban Germania, debió de recopilar las narraciones orales de soldados, mercaderes y viajeros que regresaban del otro lado del Rin. Una primera parte del librito se dedica al estudio global de los germanos: geografía física, instituciones, vida privada y cotidiana, aspectos militares, etc. Luego, de forma más detallada, se describen las peculiaridades de cada etnia por separado. Pero no todo es objetividad en la obra.

Tácito no renuncia a reflejar su visión personal de los germanos y sus relaciones con Roma. Su intención es mostrar cómo entre aquellos se seguían cultivando virtudes que en otro tiempo imperaron en Roma. Creía reconocer en ellos los viejos valores de austeridad, dignidad y valor militar que en otro tiempo poseyeron los romanos, pero que habían venido a menos en tiempos posteriores. Tácito ve con simpatía ciertas características de estos pueblos: su primitivismo, proximidad a la naturaleza, pureza y rusticidad. La comparación con la Roma del momento está siempre presente de forma explícita o implícita. Y la vieja Roma no sale bien parada por su espíritu decadente. Sin embargo, no hay que pensar que el autor profesa una admiración acrítica por los germanos: es consciente de sus defectos principales, como eran la afición a la bebida y el juego, la tendencia a la inactividad en tiempos de paz y la tremenda indisciplina militar.

Además veía cómo los germanos constituían un peligro real para Roma, cuyo deterioro moral la incapacitaba para una defensa eficaz. Sus virtudes guerreras los hacían superiores a los ejércitos romanos, preocupados en muchas ocasiones por intereses que nada tenían que ver con la defensa del imperio. Así, en el capítulo 37, donde se ocupa de los cimbrios, revisa todos los contratiempos que Roma había sufrido por su causa desde los primeros ataques del año 113 adC. No duda en expresar su admiración por ellos cuando los califica de «pueblo pequeño, pero enorme por su gloria»: el pueblo varias veces derrotado, pero nunca sometido.

Las Historiae («Historias») narran el periodo que va desde la subida de Galba al poder (68) hasta la muerte de Domiciano (96). El término historiae designa la obra historiográfica que relata acontecimientos de una época más o menos dilatada que acaba en los tiempos en que vive el propio autor. Desde los reinados justos y florecientes de Nerva y Trajano, tiempos «en que se permite pensar lo que quieras y decir lo que pienses» (Anales, 1.1), se anima Tácito a pasar revista a una época ominosa llena de infamia. Sabemos que Tácito trabajaba en ellas durante la primera década del siglo II.

Probablemente constaban de 14 libros. Se han conservado los cuatro primeros y aproximadamente la mitad del quinto. Tienen su origen en la muerte de Nerón en el año 68, durante el cual el imperio pasa por las manos de tres emperadores, Galba, Otón y Vitelio, hasta que la victoria militar de Vespasiano estabiliza la situación con la inauguración de la dinastía Flavia. Lo conservado finaliza con las campañas de Tito contra Jerusalén.

Estos libros primeros parecen contener la base de pensamiento de toda la obra. Fija su atención en el intento de renovación de la libertad tras la muerte de Nerón, pero no se deja arrastrar por el optimismo al juzgar la actitud de las legiones. No cabe pensar que tomaran partido por convertir a sus generales en emperadores por limpio y desinteresado amor a la libertad, sino por afanes más materiales y bastardos. Presenta la influencia política de la corte de Nerón en los hechos que siguieron a su muerte y el empeño de ciertos personajes para no perder situaciones privilegiadas. Destaca la ceguera y crueldad de la lucha civil en este año, hasta el punto de que se violó la santidad del Capitolio que acabó destruido a manos de ciudadanos.

Vespasiano puso orden en ese año fatídico «de los cuatro césares». Tácito revela cómo, tras la propaganda flavia, que justificaba su asalto al poder bajo el título de amor a la patria, se oculta en realidad una enorme ansia de poder. El autor es muy consciente de que el centro de gravedad del poder romano se ha desplazado ya fuera de la urbe y que «podía hacerse un príncipe en cualquier lugar distinto de Roma» (Historias, 1.4.2). Todo ello gracias a que las legiones eran más propicias a servir a sus jefes, si ellos les dan posibilidad de obtener beneficios, que a asumir desinteresadamente las tareas de la defensa del estado. Por otra parte, en las provincias despierta un sentimiento el poder y ciertas ansias de libertad. Tácito trata de desenmascarar a las personalidades conductoras de la política y sus móviles para encontrar las causas reales de los acontecimientos.

Annales, tienen como título completo Annalium ab excesu divi Augusti libri («Libros de anales desde la muerte del divino Augusto»). San Jerónimo escribe de Tácito que «refirió la vida de los césares en treinta libros desde Augusto a Domiciano.» De ello se desprende que las dos obras fundamentales, Annales e Historiae, formaron una secuencia sin solución de continuidad. Si las Historiae cubrían desde Galba a Domiciano, los 16 libros de los Annales recogen la historia inmediatamente anterior, desde la muerte de Augusto a la de Nerón. Pero no ha de olvidarse que se trata de dos obras distintas en su planificación y desarrollo. En Annales 16 libros cubren 54 años, mientras que los 14 de Historiae habían servido para historiar solo 27. Es evidente, pues, que la narración es mucho más detallada en las Historiae, quizá por la mayor proximidad de los hechos que en ellas se tratan. Es significativo que en ellas los cuatro primeros libros se dediquen a un solo año, el 86, aunque es muy cierto que la densidad de acontecimientos vivida en él exigía el uso de una escala mucho mayor que la que se precisaría en otros momentos.

Como siempre, los poquísimos datos de que disponemos son muy imprecisos. Hay un pasaje en la propia obra que da una pista. En 2.61 se hace mención de «...el imperio romano, que ahora se extiende hasta el Mar Rojo», donde con este nombre hay que entender que se refiere al Golfo Pérsico. De este dato podría inferirse que los Anales se comenzaron a escribir inmediatamente después de la conquista de Mesopotamia el año 114. La obra se acabaría ya en tiempos de Adriano en fecha próxima a la muerte del escritor.

De Annales se nos han conservado los cuatro primeros libros, el comienzo del quinto, el sexto, con excepción de su comienzo, y luego los libros XI a XVI con lagunas a principio y fin. Los seis primeros están dedicados al reinado de Tiberio. En la segunda parte conservada se incluyen los reinados de Claudio desde el año 47 y de Nerón hasta el 66.

Como género historiográfico, los anales se caracterizaban por referirse a hechos alejados del tiempo vivido por su autor. Los hechos se disponían anualmente, de ahí su nombre. Aunque los Anales de Tácito se organicen de esta manera, trascienden el género analístico, pues se plantean miras mucho más amplias, relacionadas con las causas y efectos de los acontecimientos y la influencia en ellos de los rasgos de carácter y las pasiones de sus protagonistas. En este sentido, tienen mucho de biografía, ya que el retrato psicológico ocupa un espacio importante en la obra. La primera parte contiene un soberbio —y tendencioso— retrato de Tiberio. En la parte final los personajes de Nerón y Agripina compiten por el poder y crean una situación en la que ya no caben hombres como Lucio Anneo Séneca, quien con sus doctrinas estoicas tanto había contribuido a temperar las conductas del emperador.

Método y filosofía de la historia

Tácito es riguroso en el empleo de la documentación. Recoge la información que le proporcionan los historiadores anteriores (Aufidio Baso, Cluvio Rufo, Plinio el Viejo, Fabio Rústico y otros), memorias de personajes (las de Agripina, por ejemplo) y testimonios orales; recurrió también a los Acta diuturna populi Romani («Crónicas del pueblo romano»), que constituían una especie de diario oficial de Roma, y a los archivos del Senado. Aunque trate de usar sus fuentes con imparcialidad, su fuerte personalidad acaba imponiéndose, con lo que triunfa la subjetividad. Los componentes filosóficos (sobre todo estoicos) e ideológicos acaban siempre por teñir cuanto narra.

Casi toda su obra está dominada por el empeño de destacar las infamias cometidas por la mayoría de los emperadores desde la muerte de Augusto a la de Domiciano. Este recurso le sirve para resaltar más los méritos de Nerva y Trajano. Tácito no es un buen conocedor de la milicia, de la administración ni de la economía. En su carrera política, de hecho no le fueron nunca encomendadas actividades bélicas. Por ello su estudio es desigual: se interesa sobre todo por los aspectos psicológicos y dramáticos. Se ocupa de la corte imperial, que ofrece una rica materia para el análisis moral.

Su filosofía política presenta vacilaciones. No se decide a escoger entre la antigua noción romana del estado senatorial oligárquico, dirigido por «los mejores» y la idea helenística de un estado regido por un monarca. Con todo, sus tendencias estoicas parecen llevarlo a desconfiar de la solidez moral de un modelo político basado en las decisiones (y, por tanto, la arbitrariedad) de un solo hombre. En numerosas ocasiones parece añorar la vieja república y su concepto de libertad, aunque sus pronunciamientos en este sentido estén camuflados lo necesario para no resultar molestos al régimen imperial.

Estilo

Es característico de Tácito el extremo cuidado del estilo. Su lenguaje es acerado, de construcción breve, muy sintético, dado a la braquilogía. Huye de los periodos cuidadosamente organizados y busca la asimetría. Todo ello hace muy densa su expresión, de un barroquismo conceptista en el que la agudeza de la idea prima sobre cualquier tendencia ornamental. No duda en emplear neologismos. Su principal modelo estilístico es Salustio, aunque, en contra de lo que hacía aquel, esquiva cualquier rasgo de arcaísmo: muy al contrario, su intención artística se canaliza en una consciente busca de la modernidad. Los rasgos del lenguaje de Tácito mencionados lo llevan en ocasiones a un tipo de narración de pincelada grande y suelta, donde se estimula la imaginación del lector para que supla lo no explicitado.

Tácito considera que los depositarios del poder son los protagonistas de la historia. En consecuencia da gran importancia al retrato, en el que destaca los componentes psicológicos y morales. Es poderosísimo, por ejemplo, el citado retrato de Tiberio contenido en la primera parte de los Anales. Tácito ha sido capaz de imponer, a veces por encima de los propios hechos, su visión del personaje.

Siempre trata de crear un clima dramático, para lo que usa las acciones humanas individuales y los hechos producto del azar. Aunque trate de documentarse y en general respete los hechos, su interés siempre tiende a la creación de imágenes poderosas, en las que impone sus propias convicciones. No duda para lograr el efecto deseado en reproducir rumores que él mismo asegura que no tiene comprobados. Aunque establezca una duda sobre ciertos datos, el simple hecho de mencionarlos está influyendo en el lector, cuya posición se ahorma según las intenciones del autor. La imagen, pues, se instala por encima de los argumentos racionales y permanece. Por ejemplo, la que transmitió del incendio de Roma, la conducta de Nerón y la ulterior persecución de cristianos (Anales, 15.44) ha creado la iconografía más arraigada para estos hechos: la que se ha instalado en la literatura y en el cine. Tácito no se entretiene en probar la perversidad de Nerón: bastan unas pocas pinceladas tremendistas, solamente media página, para cubrirlo de oprobio.

Referencias

Notas

  1. ↑ Véase también Historiografía romana, César, Salustio

Bibliografía a) Fuentes antiguas

  • CORNELII TACITI, Opera minora, eds. M. Winterbottom y R. M. Ogilvie, Oxford, Clarendon Press, 1975, ISBN 0-19-814658-2.
  • CORNELII TACITI, Historiae, ed. E. Koestermann, Leipzig, Teubner, 1969 (Madrid, Coloquio, 1988). ISBN 84-86093-67-8.
  • CORNELII TACITI, Annalium ab excessu divi Augusti libri, ed. C. D. Fisher, Oxford, Clarendon Press, 1976, ISBN 0-19-814633-7.
  • C. PLINI CAECILI SECUNDI, Epistularum libri decem, ed. R. A. B. Mynors, Oxford, Clarendon Press, 1963.

b) Bibliografía sumaria

  • J. BAYET, Literatura latina, Esplugues de Llobregat, Ariel, 1972.
  • E. BICKEL, Historia de la literatura romana, Madrid, Gredos, 1982, ISBN 84-249-0853-8.
  • L. BIELER, Historia de la literatura romana, Madrid, Gredos, 1972.
  • K. BÜCHNER, Historia de la literatura latina, Barcelona, Labor, 1968.
  • M. P. CHARLESWORTH y G. B. TOWNEND, «Tacitus, Cornelius» en N. G, L. Hammond y H. H. Scullard eds. The Oxford Classical Dictionary, Oxford, Clarendon Press, 1978, ISBN 0-19-869117-3.
  • F. R. D. GOODYEAR, «Historia y biografía» en E. J. Kenney y W. Clausen, eds. Historia de la literatura clásica (Cambridge University), II. Literatura latina, pp. 698 ss., Madrid, Gredos, 1989, ISBN 84-249-1402-3.
  • G. LONG, «Tacitus, C. Cornelius» en W, Smith, editor, A Dictionary of Greek and Roman biography and mithology vol. III, Boston, Little, Brown and co., 1867.

Una versión digital de esta obra (Universidad de Michigan).

  • Isabel MORENO, «Historia y biografía» en C. Codoñer, editora, Géneros literarios latinos, Salamanca, Universidad, 1987, ISBN 84-7481-458-8.
  • A. ROSTAGNI, Storia della letteratura latina vol. III, Turín, Unione tipografico-editrice, 1964.

Otras fuentes de información fuentes antiguas latinas en versión digital

  • CORNELIO TÁCITO, Diálogo sobre los oradores.

Editor Sir W. Peterson, Londres, Heinemann, 1914. The Latin Library (comprobado 10-08-2006). Editor H. Furneaux, Oxford, Clarendon Press, 1900 Perseus Project (comprobado 12-08-2006).

  • CORNELIO TÁCITO, Agrícola.

Edición no especificada. The Latin Library (Comprobado 10-08-2006). Edición H. Furneaux, Oxford, Clarendon Press, 1900. Perseus Project (Comprobado 12-08-2006).

  • CORNELIO TÁCITO, Germania.

Editor D. R. Stuart, New York, Mcmillan, 1916. The Latin Library (comprobado 10-08-2006). Editor H. Furneaus, Oxford, Claredon Press, 1900. Perseus Project (Comprobado 12-08-2006).

  • CORNELIO TÁCITO, Historias.

Edición no especificada. The Latin Library (comprobado 10-08-2006). Editor Ch. D. Fisher, Oxford, Clarendon Press, 1911. Perseus Project (comprobado 12-08-2006).

  • CORNELIO TÁCITO, Anales, ed. Ch.D. Fisher, Oxford, Clarendon Press, 1906.

The Latin Library (comprobado 10-08-2006). Perseus Project (comprobado 12-08-2006).

El material recogido en este artículo procede de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, bajo la licencia GFDL.